En el Diccionario de la lengua española (DLE) el nombre de nuestra ciudad aparece con minúscula, aunque, lógicamente, no como topónimo (nombre de lugar). Tiene tres acepciones: ‘cueva natural que hay en algunos cerros’ (de uso en Argentina, Chile y Uruguay), ‘en la tradición popular, iguánido con poderes maléficos’ (Argentina), y aquí nos aparece la salamanquesa, y, en Filipinas, ‘juego de manos’.
En el origen de estos significados, y así lo recoge el diccionario, está presente la “alusión a la Universidad de Salamanca, donde según la creencia popular se enseñaba magia”. Sabido es que el subsuelo de la ciudad alberga numerosos túneles y espacios directamente relacionados con personajes como el marqués de Villena o con leyendas como la de la cueva de Salamanca, que sirvió a Cervantes como argumento de su famoso entremés, o la de la fundación por parte de Hércules de una especie de academia subterránea de nigromancia.